lunes, 1 de diciembre de 2008

9 de diciembre: Miserias italianas


Cesare Pavese nació en Santo Stefano Belbo, un pequeño pueblo del Piamonte italiano, en 1908, y se suicidó a las 42 años. Al hablar de este autor, resulta difícil sustraerse al hechizo de una estrofa: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, será como dejar un vicio, como ver en el espejo asomar un rostro muerto, como escuchar un labio ya cerrado. Mudos, descenderemos al abismo.” Al igual que su diario, El oficio de vivir, y La luna y las hogueras, considerada su obra maestra, el libro de poemas Vendrá la muerte y tendrá tus ojos se publicó póstumamente.

Después de haber escrito su tesis de licenciatura sobre Walt Whitman, Pavese se consagró a la crítica literaria y a la traducción, sobre todo de autores norteamericanos. Detenido en Calabria por su oposición al régimen fascista, escribió en la cárcel su primer poemario. Aquí tenéis la posibilidad de disfrutar de "Lavorare stanca" en italiano:

A Trabajar cansa le siguen diversas novelas. Entre las primeras que publicó se encuentra De tu tierra: Berto, un mecánico turinés que no tiene donde caerse muerto, acompaña a Talino a su pueblo, tras salir ambos de la cárcel; el fragmento seleccionado corresponde a lo que se encuentra la primera noche que pasa en casa de la familia de su compañero de celda:

Me dan luego de cenar en una habitación que parecía una bodega. Tomamos la sopa casi a oscuras, rodeados de mujeres y niños y tantas moscas que casi se masticaban. Los niños estaban amontonados en el suelo, con la escudilla en las rodillas. El plato principal de los mayores era el vino.

Las chicas bebían más que yo. Eran cuatro. Me entero de que la que había llevado agua a los animales se llamaba Miliota. Tenía veinte años, pero el cutis de un hombre de cuarenta, y recordaba el grueso plato en que comía. Casi todas estaban descalzas y, aunque debajo de la mesa pisaba pies, ninguna se quejaba de dolor. Nos servía una abuela que era la madre de todas las chicas y de Talino. Iba de un lado a otro para llenar las escudillas de sus nietos y le decían: “Siéntese, mamá”, pues, al agacharse, gemía y siempre tenía a alguno entre las piernas. Viendo a las hijas, parecía imposible que las hubiera podido parir. Pese a lo acartonada que estaba ahora, asustaba pensar en la espalda y las piernas que debía de haber tenido de joven. El viejo Vinverra, con el sombrero puesto, no dejaba de observarnos a todos por encima de su cuchara mientras sorbía su sopa.

Cesare Pavese, De tu tierra

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2 comentarios:

MidnightAllDay dijo...

È vero che lavorare stanca. Non levo gli occhi... del ordenador desde no se sabe cuándo... :( En fin, nada nuevo. Que ya contareis qué tal mañana en la tertu, pq aquí moi está un poco atascada...

Anónimo dijo...

Yo también voy a destajo. ¡Ánimo!