jueves, 26 de abril de 2012

Sobre el 13 de marzo: Thomas Bernhard

© 2009 thomasbernhard.at (Andrej Reiser) 
Intensidad, lucidez y un estilo especial: la autobiografía de Thomas Bernhard nos llevó a hablar del origen y la caída del nazismo, pero también a tratar su peculiar forma de escribir, su capacidad para describir la cotidianeidad del horror.

Intensidad
“Es muy intenso, cuesta mucho leerlo”
“Es un estilo especial, te vas acostumbrando poco a poco a él”
“Da mucha importancia al ritmo de la frase, debe de tener alguna teoría al respecto”
“En el segundo tomo el estilo es diferente. Es el que más me gusta, se mete a aprendiz en una tienda en el barrio más marginal de Salzburgo y, sorprendentemente, no es huraño, tiene muy buena mano con los clientes, cuenta cómo se hace cargo del negocio con solo 17 años y es muy divertido cómo da vuelta a la situación. Luego enferma y los siguientes tomos se centran en su estancia en los sanatorios”
“Al estilo de La montaña mágica
“Lo recuerda, pero no hay dialéctica entre los personajes, todo se centra en el personaje principal, que permanece inalterado. Hasta la cuarta progresan en orden cronológico pero la quinta (El niño) va atrás, hacia su infancia, trata la relación con su madre, que fue complicada. En el primero ya se anuncia, se dice que es una mujer excepcional. No es que fuera una mala relación, sino difícil”

Lucidez
“Lo que cuenta en este primer tomo es durísimo, hay partes pasadas de vueltas”
“Es un observador que puede hacer sentir incómodo al lector”
“Es lúcido”
“Hay mucha frialdad al tratar los bombardeos, parece un tratado científico”
“Yo aprecio más la descripción de la cotidianeidad del horror que un lenguaje grandilocuente. El aparente distanciamiento refuerza más que una profusión de adjetivos. Requiere mayor esfuerzo literario”
“Cuando habla de los bombardeos es cuando encuentra el tono, porque antes, al hablar de los suicidios, que dice que lo hubiera hecho, pero con tanta tranquilidad…”
“Las dos partes en que está dividido empiezan en falso”
“A mí me sorprendió que usara los mismos adjetivos referidos a la ciudad y la familia, recuerdo al menos 'perturbador'. En ocasiones veo impostura, sobre todo al  principio de la segunda parte”
“Yo veo sinceridad. Hay pocos escritores en los que vea tanta capacidad para percibir el sufrimiento de los demás”

Nacionalsocialismo
“En la segunda parte me ha llamado mucho la atención la relación que hace entre nazismo y catolicismo”
“La conexión está muy bien justificada. La raíz del nacionalsocialismo, el odio al judío, viene del catolicismo, aunque en nazismo sea pagano, uno de sus pilares tiene mucho que ver con las enseñanzas católicas”
“Da una visión de la guerra desde el punto de vista de los perdedores y es muy crítico con Austria, siempre tuvo una relación muy mala con la prensa por eso”
“¿Qué pasa en Austria? El director Michael Haneke también es muy crítico con la sociedad austriaca y también Jelinek, el escritor en cuya obra se basa una de sus películas, La pianista
“El nazismo fue financiado por grandes familias alemanas, Hitler llegó al poder a través de elecciones y era muy popular, si triunfó fue porque hubo un caldo de cultivo”

jueves, 5 de abril de 2012

10 de abril: miedo


Nueva York, 3 de octubre de 1951. América se prepara para construir uno de sus mitos: the shot heard 'round the world. El jugador de los New York Giants Bobby Thomson logra la home run (cuadrangular, según los entendidos, jonrón, para la Real Academia) que otorga la victoria a su equipo en un partido que daban por perdido frente a los Dodgers. Gracias a un aficionado que grabó la retransmisión, hoy en día podemos escuchar al locutor Russ Hodges desgañitarse, “Los Giants ganan el título”, radiando el que se convertiría en “el golpe que se oyó en todo el mundo”. Según cuenta la leyenda, aquella carrera recibió ese poético apelativo, inspirado en Emerson, porque el partido fue escuchado masivamente en la Radio de las Fuerzas Armadas por los soldados norteamericanos destinados en Corea.



El alarido de Hodges, “Los Giants ganan el título”, aparece una y otra vez repetido en el prólogo de Submundo, que relata el partido. Décadas después de la mítica carrera, Don DeLillo realiza, en la novela que lo consagró, un viaje desde su presente hasta aquel pasado no tan remoto, siguiendo la pista de la pelota perdida en las gradas. El destino de aquella pelota se desconoce hoy en día, pero en el universo Delillo su viaje de mano en mano es la excusa argumental que le permite pintar un fresco sobre la historia reciente de los Estados Unidos, un país tan capaz de construir mitos como paranoias. El 3 de octubre de 1951 la Unión Soviética llevaba a cabo su primera prueba nuclear, acontecimiento sobre el que es puntualmente informado Hoover, que se encontraba en aquel momento en las gradas del Polo Grounds disfrutando del partido, según relata DeLillo. Con esta reflexión de Russ Hodges decide el autor finalizar el prólogo de la novela:

Russ piensa que se hallan ante una historia diferente. Piensa que se llevarán de aquí algo que los unirá de un modo extraño, que los vinculará a un recuerdo dotado de poder protector. En la avenida Amsterdam la gente trepa a las farolas y en Little Italy hace sonar las bocinas. ¿Acaso no es posible que este instante de mediados de siglo penetre en la piel de un modo más duradero que las vastas estrategias de conformación de líderes eminentes, de acerados generales con gafas de sol: las visiones cartografiadas que taladran nuestros sueños? Russ quiere pensar que algo como aquello nos mantiene a salvo de un modo indeterminado. Esto es lo que pulsará en su mente cuando sea viejo y vea doble y se maree: la sensación de euforia, el brinco de espectadores que ya estaban en pie, ese relámpago de sonido y de gozo cuando entró la pelota. Esta es la historia del pueblo y posee una carne y un aliento que se aceleran bajo la fuerza de ese viejo y amable juego nuestro. Y los hinchas que hoy acudieran a los Polo Grounds podrán contar a sus nietos –serán ancianos flatulentos apoyados en el siglo que viene e intentando convencer a quienes quieran escucharles, insistiendo con su aliento oloroso a medicina– que estaban aquí cuando sucedió.
El borracho de la gabardina está corriendo de base en base. Le ven rodear la primera, palmeando el aire con las manos para no desviarse al campo derecho. Se aproxima a la segunda hecho un remolino de faldones y extremidades y cordones sin atar y cinturón colgante. Advierte que va a resbalar y se detienen para ver cómo despega.
Todos los fragmentos de la tarde se arremolinan en torno a su forma en vuelo. Gritos, chasquidos de bates, vejigas llenas y bostezos aislados, la abundancia, como granos de arena, de cosas que no se pueden enumerar.
Todo va depositándose indeleblemente en el pasado.
Don DeLillo, Submundo
Más sobre DeLillo en:
  • "Submundo de Don DeLillo", crítica de la novela por Gonzalo WW, en Hislibris. “Submundo sacó a Don DeLillo de la relativa oscuridad en la que escribía para colocarle entre los narradores más prometedores de Norteamérica. ¿Qué tiene este libro para atraer tal interés?” Esta extensa crítica aporta unas cuantas respuestas a la pregunta.
  • "¿Dónde vas, Don DeLillo?", por Álvaro Cortina, en El Mundo. Posteriores novelas del autor no han logrado la resonancia y éxito crítico de Submundo.
  • "Fascinación surgió del miedo que masticamos", por Julio Valdeón Blanco, en El Cultural. El propio autor se defiende: “Yo no podía escribir Submundo II y luego Submundo III. Necesitaba explorar nuevos caminos”. Alérgico a las entrevistas, al parecer su consigna es una por libro y país, recientemente concedió esta por la publicación en España de una de sus primeras novelas, Fascinación (Running dog).