domingo, 5 de febrero de 2012

14 de febrero: Amor a la japonesa


Yukio Mishima es unánimemente aclamado por la crítica como uno de los mejores escritores en lengua japonesa, no obstante me atrevería a decir que en Occidente es mucho más famoso por su suicidio ritual que conocido por sus obras.
Así lo relata Paul Shrader en su película, Mishima, una vida en cuatro capítulos, que estrenó poco más de una década después de la muerte del autor:

Sin embargo, creo que es importante que lo conozcamos como escritor, que catemos una de sus obras, que intentemos entenderle en esa faceta. En este libro que comentamos vemos en él a alguien muy atento a la belleza y a las descripciones detallistas; también se revela en El rumor del oleaje como un enamorado de su Japón natal, observad que idílica es su isla de Utajima, como sus héroes son esforzados y atentos, como siguen, sin decirlo, la perfecta filosofía del bushido, en el universo de la isla, todo es perfecto, hasta que la maledicencia lo corrompe, claro, en todo caso la solución está en la demostración por parte del héroe de que él como persona posee unas cualidades morales superiores. Pero miremos con qué amor describe Mishima a un personaje no tan encumbrado, la mujer del encargado del faro:
La señora de la casa era de verdad una buena persona y también una gran lectora. No sólo había sido en el pasado maestra en una escuela femenina rural, sino que los muchos años de su vida transcurridos en diversos faros habían estimulado todavía más su amor por la lectura, hasta tal punto que ahora poseía un conocimiento sobre casi todo rayano en lo enciclopédico. Igual que sabía que la Ópera de La Scala estaba en Milán, también sabía que determinada actriz cinematográfica de Tokyo se había torcido un tobillo, así como el lugar donde había sucedido el percance. Discutía con su marido hasta tenerlo acorralado, y entonces, como para compensarle, concentraba toda su atención en zurcirle los calcetines o prepararle la cena. Cuando tenían visitantes, la mujer charlaba por los codos. Los lugareños escuchaban embelesados a la elocuente señora de la casa, e incluso algunos la comparaban desfavorablemente con sus taciturnas esposas y sentían una simpatía un tanto impertinente hacia el farero. Pero éste albergaba un gran respeto por los conocimientos de su mujer.
Yukio Mishima, El rumor del oleaje
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