viernes, 22 de febrero de 2008

Flores para el jarrón

Flores para el jarrón ¿Buen título, no? Aún faltan algunos para quemar el primer cartel (en unos días colgaremos fragmentos seleccionados de Gabriela, clavo y canela para ir haciendo boca), pero en la última reunión ya se habló de alguno nuevo. No se sabe si en broma si en serio, allí salió Soy un escritor frustrado y... Flores para Algernon (sí, de ahí viene). Ahora que viendo el debate en comentarios... está claro quién no puede faltar en el próximo: ¡Billy el Chispa!
¿Alguien se anima a concretar qué obra de William Shakespeare tendremos el placer de comentar?
¿Algún título más?

viernes, 15 de febrero de 2008

Sobre el 12 de febrero: John Fante


Hay escritores "prescindibles pero no malos" y hay escritores malos sin remedio. En este blog nos conformamos con ser imprescindibles (para informarte sobre lo que fue y lo que será en las reuniones de Novelantes) y no como el pobrecito Fante, considerado de la primera categoría por quien lo propuso. En vez de defenderlo…

Pobrecito Fante, un mediocre que alcanzó la gloria de la literatura nortemaricana ("El Asunto Fante", en Babab.com). Su Pregúntale al polvo, la "mejor novela del Cuarteto Bandini", es "una narración plana al servicio de una escritura visceral, sentimiento antes que razón". Quizá por eso conquistara tanto a Bukowski como a alguno de nosotros, fascinados por un editor ¡que publica y paga al autor!, venerable Hackmuth, por un vecino vicioso de la carne y del alcohol y por una mujer fantasma, Camilla, “que aparece y desaparece, porque no sabemos ni de dónde viene ni adónde va”, en la espectral Los Ángeles de los años 30:

Ya estaba: definitiva y demoledora. Doblé los manuscritos, los metí en un sobre grande junto con la nota, cerré el sobre, lo dirigí a Samuel Wiggins, Lista de Correos, San Juan, California, pegué los sellos y me lo guardé en el bolsillo de atrás. Subí al vestíbulo, salí a la calle y fui al buzón de la esquina. Eran las tres y pico de una madrugada incomparable. El blanco y azul de las estrellas y el cielo eran como los colores del desierto, de una dulzura tan conmovedora que tuve que detenerme asombrado de que pudieran ser tan fascinantes. En las palmeras llenas de polvo no se movía ni una hoja. No se oía el menor ruido. Todo lo bueno que había en mí se me estremeció en el corazón en aquel instante, y con ello todo cuanto esperaba del sentido profundo y misterioso de mi existencia. Me envolvía la complacencia infinita y muda de la naturaleza, indiferente a la gran ciudad; el desierto latía bajo aquellas calles, alrededor de aquellas calles, en espera de que la ciudad feneciese, para cubrirla una vez más con sus arenas sin tiempo. De repente me sentí invadido por una intuición aterradora, relativa al significado y patético destino de los hombres. El desierto estaría siempre allí, animal blanco y paciente que aguardaba a que los hombres desaparecieran, a que las civilizaciones se tambaleasen y se sumergiesen en las tinieblas. En aquel punto, la raza humana se me antojó una raza valiente y me sentí orgulloso de pertenecer a ella. La maldad del mundo no era maldad, sino un elemento inevitable y benéfico y que formaba parte de la lucha interminable por contener y domeñar el desierto.

Miré hacia el sur, hacia donde titilaban las estrellas mayores, hacia donde se extendía el desierto de Santa Ana; bajo aquellas estrellas mayores, en el interior de una cabaña, vivía un hombre semejante a mí y a quien sin duda engulliría el desierto antes que a mí; en la mano tenía una manifestación de sus afanes, una expresión de su lucha contra el silencio implacable hacia el que se le arrojaba. Asesino, camarero o escritor, importaba poco: su destino era el destino común a todos, su final mi final; y a mi alrededor, aquella noche, en aquella ciudad de ventanas apagadas, alentaban millones como él y como yo: tan indiferenciables como las hojas moribundas de los arbustos. Vivir era ya una empresa hercúlea. Morir era la misión suprema. Y Sammy no tardaría en morir.

John Fante, Pregúntale al polvo

Más sobre Fante en:


jueves, 7 de febrero de 2008

La fama cuesta


Podríamos ir de sobraos y deciros que esto de Novelantes ya está hecho. Que somos un club de lectura que se reúne el segundo martes de cada mes en el Centro Cultural Valentina. Pero no es así. Esto está a medio hacer. Si nos conoces, ya sabrás que venimos de la tertulia literaria (la tertu, la tortilla literaria...) que comenzó a reunirse en el Café Idea. Unos cuantos años juntos, varios locales, muchas caras y siempre la misma lucha: ¡Sobrevivir!
Tras un poco más de un año de parón, cambiamos de lugar y de nombre, pero mantenemos el mismo ánimo: reunirnos para navegar por los libros. Nuestra primera reunión es el próximo martes. El artista invitado, John Fante. Hablaremos del triunfo de los perdedores. Nos alegrará mucho verte. Y si nos dices que vienes dispuesto a recoger unos cuantos carteles para dejarlos en tu biblioteca, te consideraremos miembro honorario. Porque la fama cuesta, pero los cartelitos ayudan.

12 de febrero: ¿Perdedores?

Sacaste del bolso un frasco de licor y nos lo bebimos: primero bebiste tú, luego yo. Cuando la botella quedó vacía, bajé al drugstore y compré otra, una botella de las grandes. Toda la noche nos la pasamos llorando y bebiendo, y pude decirte borracho las cosas que me bullían en el corazón, palabras impresionantes, símiles ingeniosos, porque llorabas por otro tipo y no oías nada de lo que te decía, pero yo me oía a mí mismo, y Arturo Bandini estuvo genial aquella noche, porque hablaba con su amor de verdad, que no eras tú, ni Vera Rikven tampoco, sino sólo su amor de verdad.
John Fante, Pregúntale al polvo