miércoles, 2 de noviembre de 2011

8 de noviembre: Triángulo amoroso


Reiteraciones, similicadencias reforzantes (“más ardor y más dolor y más amor”), la marca obsesionante del dilatado plazo de espera (51 años, 9 meses y 4 días) o la reiteración de adjetivos y del esquema sintáctico (“había una sola luz en una sola ventana de una sola casa”) que contribuye a agudizar la conciencia de soledad, así como el acostumbrado uso de americanismos, son algunos de los logros estilísticos reseñados por José María Viña Liste de la novela que comentaremos, un kamasutra caribeño donde el amor está representado en todos sus registros y códigos posibles, según otro estudioso del autor, Michael Palencia-Roth, que refiere las críticas feroces que acogieron a la primera novela de García Márquez después de recibir el premio Nobel.

Publicada por primera vez en 1985, El amor en los tiempos del colera narra la historia de amor de dos parejas. Según confesó el propio autor en una entrevista referenciada en la Wikipedia, el amor de los ancianos Fermina Daza y Florentino Ariza se basa en una historia que leyó en un periódico sobre la muerte de dos estadounidenses, de casi 80 años de edad, que se reunían todos los años en Acapulco y cuyo asesinato a manos de un barquero sacó a la luz su romance secreto, mientras que el inocente cortejo epistolar que mantienen en su juventud se inspiró en la historia de amor de sus padres, con la única diferencia es que sus padres se casaron y “tan pronto como se casaron, ya no eran interesantes como figuras literarias”.

Florentino Ariza escribía todas las noches sin piedad para consigo mismo, envenenándose letra por letra con el humo de las lámparas de aceite de corozo en la trastienda de la mercería, y sus cartas iban haciéndose más extensas y lunáticas cuanto más se esforzaba por imitar a sus poetas preferidos de la Biblioteca Popular, que ya para esa época estaba llegando a los ochenta volúmenes. Su madre, que con tanto ardor lo había incitado a solazarse en su tormento, empezó a alarmarse por su salud. “Te vas a gastar el seso le gritaba desde el dormitorio cuando oía cantar los primeros gallos . No hay mujer que merezca tanto.” Pues no recordaba haber conocido a nadie en semejante estado de perdición. Pero él no le hacía caso. A veces llegaba a la oficina sin dormir, con los cabellos alborotados de amor, después de haber dejado la carta en el escondite previsto para que Fermina Daza la encontrara de paso hacia el colegio. Ella, en cambio, sometida a la vigilancia del padre y a la acechanza viciosa de las monjas, apenas si lograba completar medio folio del cuaderno escolar encerrada en los baños o fingiendo tomar notas durante la clase. Pero no sólo por las prisas y sobresaltos, sino también por su carácter, las cartas de ella eludían cualquier escollo sentimental y se reducían a contar incidentes de su vida cotidiana con el estilo servicial de un diario de navegación.

Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera

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