martes, 22 de diciembre de 2009

Sobre el 10 de noviembre: Alan Moore


Algunos remisos a dar su opinión, otros, entusiasmados ante la perspectiva de hablar de un tebeo, algún otro que exigía un poco de respeto: “Vale que no lo llames novela gráfica, pero esto no es un tebeo es un cómic”, alguno no pudo terminar de leerlo ya que “aunque tiene un guión bien construido, ingenioso, me genera algún tipo de resistencia que me impide seguir leyéndolo”, la sesión de Novelantes sobre Watchmen sirvió para recuperar a una vieja novelante, estudiante de la Escuela Joso, y atraer a una nueva “que no había leído el tebeo pero le daba buenas vibraciones” (¡bienvenidas!).
Se esperaba polémica sobre si es merecida la fama de este cómic, pero hubo acuerdo en que Moore batió unas cuantas corrientes filosóficas y numerosas citas literarias para impresionar a una crítica que hacía ya años que vapuleaba al “género del cómic” como si de un vulgar villano se tratara: la teoría de la relatividad conectada con Nietzsche; el recurso al “tiempo circular”; la presencia de William Blake con su “utilización de la simetría en la composición de las viñetas” y con la trama… Pero quizá no tan profundamente como los fans de Moore pretenden, sino de una manera un tanto “superficial”, estéticamente espectacular, con el fin de que Watchmen lograra la superheroica gesta de machacar a la crítica de un certero derechazo.
Lo consiguió, no sólo con golpes de efecto basados en referencias filosóficas y literarias, sino partiendo de la sobriedad de la “composición de rejilla típicamente europea, con mucho diálogo, sin onomatopeyas”. La discusión de si era un cómic europeo o americano se zanjó rápido: “La composición recuerda mucho a la de los cómics clásicos de superhéroes americanos, y, aunque utiliza muchos colores neutros, la importancia de los colores primarios es evidente”. Fue el resultado de la libertad creativa que DC le dio a Moore, y que él y Gibbons, que aportó ideas como el Smiley, supieron aprovechar al máximo. De todas maneras, alguna de las exigencias de la editorial, como que tuvieran que hacer un determinado número de páginas cuando Moore ya tenía construida la historia, acabaron de conformar Watchmen como lo que es, ya que tal exigencia desembocó en la famosa historia de piratas insertada en el cómic y también en los apéndices, para algunos “de lo mejor” de la novela.
Unos confirmaron su devoción: “Tiene varias lecturas, siempre me sorprende”; otros quedaron decepcionados: “Mezcla demasiado, hay demasiadas referencias y recursos gráficos, se hace farragoso”. Quizá sea verdad que esta novela de ciencia ficción, “una ucronía que plantea qué sucedería si existieran súper héroes de verdad”, a ratos de género negro, resulte rimbombante. Sin embargo, es innegable un gran logro de Moore (y en esto ha creado escuela): construir personajes diferentes a los súper héroes tradicionales, seres humanos embutidos en trajes multicolores, con sus miedos, sus amores, correspondidos o no, sus esperanzas y frustraciones. No deja de ser irónico que para vencer a la crítica que tenía, desde hacía décadas, un pie en el cuello de los superhéroes, Alan Moore se sirviera de personas de carne y hueso. Y después de todo, sólo queda preguntar: ¿quién vigila a los Novelantes? En la próxima entrada, revelaremos sus siguientes lecturas...