jueves, 15 de enero de 2009

Sobre el 13 de enero: Norman Mailer


“En esta novela, un Norman Mailer en su mejor momento emprende una búsqueda implacable entre los recovecos y virtudes ocultas del americano moderno: rara vez se han explorado tan a fondo las paradojas del machismo y la homosexualidad”, concluye la contra de la edición que leímos de Los tipos duros no bailan. Como es la única novela de Norman Mailer que conocemos, no nos atrevimos a discutir si el autor estaría o no en su mejor momento, pero eso de “las paradojas del machismo y la homosexualidad” lo tratamos bien a fondo: “Se equivocaron al escribir esta contraportada, ¿seguro que habían leído el libro?”
Alguna vez tenía que suceder que comenzáramos la sesión hablando de la contra del libro del día. Como faltaba el novelante que propuso la novela, el arranque fue más difícil de lo habitual. Pero, por una vez, hubo unanimidad al valorar lo que habíamos leído, a todos nos encantó: “Es una novela dinámica, muy bien escrita, muy bien narrada, la estructura no se nota nunca, aunque ahí esté.”
Personajes que parecen de relleno y luego resultan ser clave en la trama, un policía simpaticote que acaba revelándose el más canalla de todos, rubias peligrosas que terminan expiando sus pecados en la Ciudad del Infierno y una reina italiana que se lleva, tras mucho penar en vida, el gato al agua, o sea, al protagonista, que se pasa trescientas páginas desorientado y necesita que venga su padre a sacarlo del atolladero. El día de La invención de Morel nos dedicamos a dar un repaso a la ciencia ficción; en esta ocasión, fuimos descubriendo que nos encontrábamos ante una novela negra. “Vais hablando y me vais dando las claves del género”, nos dijo un novelante que apenas había empezado la novela. “Es verdad, debe de ser que nunca asocio lo que leo a un género”, o quizá fuera que nos cegó el nombre del autor, Mailer, Mailer, Mailer, por encima de cualquier otra consideración.
Otra clave de esta novela negra: “La ciudad es un personaje más.” Provincetown, “qué nombre, parece inventado", "lo busqué en Google, nunca había tenido tantas ganas de ver el lugar en el que transcurre una novela”. Es que Los tipos duros no bailan también es muy cinematográfica, “la visualización es perfecta”. Mailer fue guionista de cine, eso lo explicaría. Y los cómics, ¿le gustaban? Lo que es seguro es que a los cómics les gusta Mailer. Las historias de piratas de Spirit quizá le sirvieran de inspiración, no lo sabemos, pero sin duda Constantine, protagonista de Hellblazer, le debe mucho a Mailer. La cita con la que cerramos esta entrada lo demuestra. En homenaje al novelante ausente, fumador empedernido, que nos sugirió esta novela, ahí va el fragmento con el que lo recordamos:
Yo solía decir que es más fácil renunciar al amor de tu vida que dejar de fumar, y lo cierto es que estaba convencido de la verdad de esta afirmación. Pero un buen día del mes pasado, hacía de eso veinticuatro días, mi mujer me dejó. Hacía veinticuatro días. Y aprendí algo más acerca de lo que es estar dominado por un vicio. Tal vez seas más fácil renunciar al amor que al humo, pero cuando se trata de decir adiós a una relación de amor-odio, diantre, que se acabe tu matrimonio puede ser tan duro como dejar la nicotina, e incluso provoca una sensación muy semejante, porque puedo asegurar que al cabo de doce años había llegado a odiar el tabaco casi tanto como a una esposa amargada. Incluso la primera calada de la mañana (que por el extático placer que me daba me había parecido en otro tiempo la prueba más patente de la imposibilidad de dejar de fumar) se había convertido en una serie de toses convulsivas. Únicamente quedaba el hábito, pero éste es siempre una firma estampada bajo la última línea de tu alma.
Norman Mailer, Los tipos duros no bailan

lunes, 5 de enero de 2009

13 de enero: Sexo y drogas en la Costa Este


A partir de la experiencia vivida durante la II Guerra Mundial, Norman Mailer escribió su primera novela, Los desnudos y los muertos, que le dio fama internacional. Convertido, para siempre, en un personaje, se dedicó a remover conciencias: unos pocos datos de su biografía revelan una vida tan provocadora como su obra. Casado seis veces, apuñaló a su segunda mujer con un cortaplumas durante una fiesta, fue arrestado por participar en manifestaciones contra la guerra de Vietnam, aspiró a la alcadía de Nueva York para intentar la secesión de la ciudad como Estado número 51, apoyó hasta lograr su liberación a un asesino condenado, que cometió un nuevo asesinato nada más salir de la cárcel… Mailer vivió sus últimos años en Provincetown, Massachussets, y en ese lugar se ambienta Los tipos duros no bailan:
Sólo recuerdo que caminé hasta el extremo más alejado del pueblo, hasta donde se alza la última casa, justo en el lugar de la playa donde los Padres Peregrinos desembarcaron en América. Sí, porque no fue en Plymouth, no, donde lo hicieron, sino aquí.
¡Cuántas veces me he imaginado la escena! Tras cruzar el Atlántico, la primera tierra que vieron los Peregrinos fueron los farallones de Cape Cod. En esta costa el oleaje, al romper, alcanza con facilidad una altura de tres metros. En los días que no sopla el viento hay un peligro todavía peor: los veleros pueden ser arrastrados por la fuerza de las mareas hasta encallar en los bajíos. En la costa de Cape Cod la causa de los naufragios no son las rocas, sino las arenas movedizas. ¡Qué profundo terror debió de invadir a los Padres Peregrinos al oír el incesante golpeteo del oleaje al romper! ¿Quién osaría acercarse a aquella costa con barcos como los suyos? Viraron al sur, pero el blanco arenal desierto se mostraba implacable: ni seña de una rada. Sólo playa y más playa. Así que pusieron rumbo al norte y, tras un día de navegación, advirtieron que la costa giraba hacia el oeste y seguía curvándose hasta tomar la dirección del sur. ¿Qué sorpresas depararía aquella tierra? Navegaban hacia el este y habían recorrido ya las tres cuartas partes del camino que siguieron antes hacia el norte. ¿Estarían circunnavegando una oreja de mar? Doblaron la punta, y echaron el ancla a su abrigo. Era un puerto natural, tan protegido, ciertamente, como el interior de una oreja humana.
Norman Mailer, Los tipos duros no bailan

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