lunes, 18 de enero de 2010

Sobre el 12 de enero: Salman Rushdie


Continuando la tradición de que la sesión de Novelantes se asemeje a la novela comentada, la dedicada a La encantadora de Florencia fue dispersa como pocas. ¿Tuvo la culpa “el divagante de los novelantes”? En realidad, todos divagaron, como Rushdie, ese “profesor de historia un poco loco”.
Careció de hilo conductor la sesión dedicada una novela en la que “la falta de un hilo cronológico dificulta la lectura”. Hay un cuentista con pico de oro, por eso fue considerada una especie de Las mil y una noches, pero no convenció “un narrador que duda, que no acaba de ser omnisciente”. Porque Rushdie plantea “intriga en todas direcciones pero el resultado es decepcionante”, la trama se resiente: “Alarga demasiado el misterio, hubiera sido mejor para la dinámica del libro se resolviera antes.”
El resultado de esa batidora de historia y personajes que Rushdie pone en marcha fue indigesta para todos los que la leyeron: “La mezcla de imaginación e historia no me convence, no me convence la vena fantasiosa.” “A mí lo que me resultó indigesto fue la conjugación de ambos mundos, porque la descripción del ambiente oriental es rica, divertida, mientras que la recreación de occidente es ortopédica. En la bibliografía, la mayoría de títulos se refieren a historia de occidente, ahí se ha tenido que documentar más y se nota.”
Un novelante se quedó en el camino, con apenas 40 páginas leídas, desmotivado por las declaraciones del autor: “En una entrevista indica que quería que se conocieran personajes históricos que coincidieron en el tiempo pero nunca llegaron a encontrarse y eso me quitó las ganas de leerla”; sin embargo, otro, que se había enfadado en una conferencia de Richard Ford, “me pareció un paleto”, se vio deslumbrado por Rushdie, “todo lo que decía era interesante”, y, no obstante, también le decepcionó La encantadora de Florencia. A ver si no vamos a poder volver a “El valor de la paraula”… ¿Es malo que un escritor hable tanto de su propia obra?

domingo, 17 de enero de 2010

Podría ser septiembre, si no fuera sábado


Una saga familiar en el bullicioso El Cairo, un mar de lenguas en los Balcanes, el Londres efervescente de Zadie Smith y Kureishi, el Japón cercano de Murakami, la extraña Italia de Highsmith. En septiembre, volveremos a Londres con McEwan (tres sesiones, tres, ambientadas allí), y, entre medias, una pesadilla postcyberpunk y una roadmovie postapocalíptica… El año de Novelantes comenzó con el mundo en un pañuelo de Rushdie (las conclusiones de la reunión de enero, en la próxima entrada) y acabará en diciembre con una obra de teatro: Calígula, de Albert Camus.

Éstas serán nuestras próximas lecturas (salvo error u omisión, que puede haberlo, como ya sabe quien propuso Sábado: avisad si algo está mal o queréis cambios de última hora, por favor) y a ver si este año nos depara mejores carteles que el último que improvisamos, porque los títulos llaman, pero nuestro arte espanta (aunque el que colgamos en la puerta del cerrado Valentina, a pesar de no tener nuestro barquito, no nos vino mal, porque sumamos un nuevo par de novelantes para la ocasión):
  • 12 de enero Entre oriente y occidente: La encantadora de Florencia, Salman Rushdie
  • 9 de febrero London calling: Dientes blancos, Zadie Smith
  • 9 de marzo En sefardí: La lengua absuelta, Elias Canetti
  • 13 de abril Rellamada: El buda de los suburbios, Hanif Kureishi
  • 11 de mayo Paranoia ácida: Vurt, Jeff Noon
  • 8 de junio El Apocalipsis era esto: La carretera, Cormac McCarthy
  • 13 de julio Callejeando: Entre dos palacios, Naguib Mahfuz
  • 14 de septiembre Londres, otra vez: Sábado, Ian McEwan
  • 5 de octubre Japón cercano: Kafka en la orilla, Haruki Murakami
  • 9 de noviembre Enemigo íntimo: A pleno sol, Patricia Highsmith
  • 14 de diciembre Existencialismo en la Roma imperial: Calígula, Albert Camus

martes, 5 de enero de 2010

12 de enero: Entre oriente y occidente



La visita de Salman Rushdie a Barcelona, dentro del ciclo El valor de la paraula, nos ha animado a proponer su más reciente novela como novedad-puente hasta el próximo cartel. Dedicaremos a La encantadora de Florencia la reunión de enero de Novelantes en la que se programará el calendario de lecturas de este año (con los nombres que se han barajado, Highsmith, McEwan, Zadie Smith, Kureishi, Canetti, Cormac McCarthy, y descubrimientos pendientes como Jeff Noon, creemos que será un cartel provechoso, aunque, a pesar de que el título de la entrada pueda llevar a pensar otra cosa, de oriente nada, es del todo occidental, anglosajón que te matas, vamos, habrá que poner algún remedio).
La novelante más fanática de Rushdie recoge en su blog un resumen, y algunas entradas en forma de one apple a day, sobre la jugosa jornada vivida con el escritor: “Rushdie comentó que siempre había querido escribir sobre Maquiavelo y que le llamaba la atención que todas las referencias a esta figura fueran tan negativas. Con su habitual sentido del humor, añadió que eso le hizo sentirse más cercano a esta figura y pensar que si escribía algo positivo sobre él, quizá dentro de 400 años alguien le haría a él el mismo favor. Pero al comenzar con la novela vio que no estaba preparado para escribirla, que necesitaba documentarse, y por ello se dedicó a leer sobre el Renacimiento italiano, el reinado del emperador Akbar, etc., mientras escribía novelas más contemporáneas (‘novelas que parecían salidas de los periódicos’). Todo un contraste. Con sus lecturas llegó a la conclusión de que cualquier cosa que pudiera inventar sobre esa época sería ‘suave’ en comparación con la realidad, tan extraña. Cuando descubrió que la historia le permitía incluir al conde Drácula en su novela, se sintió totalmente en la gloria. Sobre su capacidad para contar historias, Rushdie comentó que ‘todos contamos historias’, alegando que los humanos somos los únicos animales que nos contamos historias para entendernos los unos a los otros y destacando la gran importancia de contar tu propia historia a la persona adecuada y que esa persona la entienda (una necesidad que describió como universal). Por eso, el personaje del viajero de su última novela, The Enchantress of Florence, arriesga su vida para contar su historia a la persona que debe escucharla, el emperador Akbar. Curiosamente, Rushdie desveló que este personaje, verdadero hilo conductor de la novela, fue una incorporación posterior, no estaba contemplado inicialmente. También habló de cómo ‘proyectó retrospectivamente’ la leyenda de la esposa hindú de Akbar, Jodhabai, que en realidad nunca existió, haciendo que tampoco fuese real en esa época, convirtiéndola en una esposa imaginaria (Rushdie hizo al respecto las bromitas esperables de alguien que se ha casado varias veces).”

Cerca del final de su largo reinado, muchos años después de los tiempos del charlatán Mogor dell'Amore, el anciano emperador recordó con nostalgia aquel raro asunto de la carta de la reina de Inglaterra y pidió que se la enseñaran otra vez. Cuando se la llevaron y se la tradujo un intérprete distinto, gran parte del texto original había desaparecido. El documento conservado, como se descubrió, no incluía alusión alguna a su infalibilidad ni a la del papa, ni solicitaba una alianza contra enemigos comunes. De hecho, no era más que una simple petición de buenas condiciones comerciales para los mercaderes ingleses, acompañada de unas cuantas expresiones de respeto formularias. Cuando el emperador conoció la verdad, comprendió de nuevo lo audaz que era el hechicero con quien se había topado aquella lejana mañana después del sueño del cuervo. Sin embargo, para entonces, saberlo ya no le servía de nada, salvo para recordarle lo que nunca debería haber olvidado: que la brujería no requiere pociones, espíritus familiares ni varitas mágicas. Con un pico de oro, el uso del lenguaje permite encantamientos de sobra.

Salman Rushdie, La encantadora de Florencia

Más sobre Rushdie en: