sábado, 22 de marzo de 2008

Sobre el 11 de marzo: Jorge Amado

A pesar de que nos pareció desacertada la sinopsis de Gabriela, clavo y canela publicada en el homenaje que el portal mexicano RedEscolar rindió a Jorge Amado en su fallecimiento, su semblanza del autor es un buen comienzo:

Jorge Amado vivió casi noventa años, Jorge Amado recorrió la vida en medio de una lucha por denunciar las injusticias. Jorge Amado, a pesar de las huellas que una infancia miserable y un mundo atroz dejaron en él, escribió sobre la vida, sobre el amor y sobre el mar. Y lo hizo con esperanza.

El progreso y con él, la esperanza, es el hilo conductor de Gabriela, clavo y canela. "Espíritu libre", "masculina" en sus afectos, pero mujer, al fin y al cabo, o, quizá mejor, animalillo… Un buen rato dándole vueltas a Gabriela no sirvió más que para darnos cuenta de que es sólo una idea, "un personaje mal construido" en una novela en la que sólo hay un protagonista, el Brasil del cacao.

Es innegable "el oficio de Amado" , su pericia para lograr que la novela enganche, "a base de anticipaciones", aunque "tarde mucho en arrancar". Es una lástima que un "buen plan", organizado a partir de cuatro cantos a otras tantas mujeres, culmine con un "final apresurado".

Gabriela, clavo y canela se lee bien, es ligera, pero "ese punto fuerte de la novela, es también su punto débil, pues lo que nos deja es una sensación de irrealidad". ¿Pero quería Amado otra cosa? "Madame Bovary es Madame Bovary. Gabriela es otras cosas." Es "una vuelta de tuerca al personaje de Otelo" (Nacib), trasladado a un Brasil en el que lo primitivo se funde con el progreso (Gabriela y Mundinho, mano a mano) para vencer a un pasado (los coroneles) empeñado en permanecer. Es un "elogio del buen vivir". Es un "culebrón de alta escuela", muy digno y muy, muy divertido.

Para celebrar lo que hemos disfrutado con este culebrón, aquí va el momento “medias negras”, las que la adúltera Sinhàzinha llevaba en el momento en que su marido la asesina junto a su amante, el dentista Osmundo, recién llegado de la ciudad:

En el bar, Ari Santos (…) se inclinó sobre la mesa para susurrar el detalle:
—Ella estaba toda desnudita…
—¿Del todo?
—¿Entera? —La voz golosa del Capitán.
—Todita… Lo único que llevaba eran unas medias negras.
—¿Negras? —Nhô Galo se escandalizaba.
—¡Medias negras, oh! —El Capitán chasqueaba la lengua.
—¡Desvergonzada!... —condenó el doctor Mauricio Caires.
—Debía de estar preciosa. —El árabe Nacib, de pie, se figuró de repente a doña Sinhàzinha desnuda, con medias negras. Suspiró.
El detalle constaría después en los autos. Un capricho del dentista, sin duda, chico de la capital, nacido y formado en Salvador, de donde había llegado meses atrás a Ilhéus tras graduarse, atraído por la fama de aquella tierra rica y próspera. Le fue bien. Alquiló el bungaló en la playa y allí mismo instaló el consultorio (…). Con todo, no fue en aquel consultorio tan bien montado en la sala de delante, sino en la habitación, donde el hacendado encontró a su mujer, sin otro atavío —como contaba Ari y constó en los autos— que unas “depravadas medias negras”. En cuanto al doctor Osmundo Pimentel, estaba completamente descalzo, sin medias de ningún color ni cualquier otra ropa que cubriese su arrogante juventud conquistadora. El hacendado disparó dos tiros sobre cada uno, definitivos. Hombre de encomiada puntería, acostumbrado a acertar en el blanco en la oscuridad de los caminos, durante las noches de reyerta y emboscada.

Jorge Amado, Gabriela, clavo y canela

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