lunes, 12 de noviembre de 2012

13 de noviembre: Desesperanza

Tras visitar, el año pasado, la Colombia de opereta de El amor en los tiempos del cólera de García Márquez, decidimos sumergirnos este año en la real, la de Fernando Vallejo. ¿Por qué comparar a escritores tan diferentes? No hemos sido los únicos.
La virgen de los sicarios, nuestra novela de noviembre, ha sido comentada juntamente con Noticia de un secuestro, de García Márquez, por intentar ambas obras reflejar la Colombia del narcotráfico y el cártel de Medellín. La virgen de los sicarios se ambienta en el momento de la muerte del narcotraficante Pablo Escobar a manos de la policía, que deja a los sicarios como perro sin amo.
La profesora colombiana Elsy Rosas Crespo contrapone los muy distintos estilos de escritura de ambos escritores: “El narrador de La virgen de los sicarios, a diferencia del de Cien años de soledad, es un crítico severo que se expresa sin titubeos y no se esfuerza por cautivar al lector. Mientras que en la novela de García Márquez los problemas son expresados a través de la voz de los personajes y la reflexión surge a partir de la lectura, es decir que la actitud crítica debe ser descubierta e interpretada por el lector, en la de Fernando Vallejo el narrador evalúa acciones y actitudes propias y ajenas, la mayoría de las veces de forma bastante agresiva, sin ningún tipo de consideración ni siquiera con él mismo.”
Por estos lares, Antonio Torres cita a la crítica Erna Von Der Walde para expresar que la fuerza de La virgen de los sicarios radica fundamentalmente en la operación de lenguaje y que el lenguaje trata de transmitir lo difícilmente comunicable. Torres presenta a los narradores de Vallejo como trasuntos del escritor, “una figura transgresora, brutal, furibunda, airada, iconoclasta, irreverente, nihilista, consciente de vivir en una sociedad desahuciada, que también rompe con la tradición literaria del narrador omnisciente de tercera persona, que todo lo sabe, que todo lo puede ver, que es ubicuo”.
Según Rosas, “En La virgen de los sicarios no sólo el narrador y los personajes comparten el mismo idiolecto sino que, además, se involucra al lector. El lector -real e implícito- aprende la lengua del narrador -que también está aprendiendo la de los sicarios- y debe aceptar las agresiones que este le dirige”. Como ejemplo, ofrece un fragmento de la primera página de la novela, en la que el narrador primero informa al lector, después lo interroga, luego lo desprecia y, finalmente, como hace siempre, le explica:
Un rombo de ciento veinte pliegos inmenso, rojo, rojo, rojo para que resaltara sobre el cielo azul. El tamaño no me lo van a creer, ¡pero qué saben ustedes de globos! ¿saben qué son? Son rombos o cruces o esferas hechos de papel china deleznable, y por dentro llevan una candileja encendida que los llena de humo para que suban. El humo es como quien dice su alma, y la candileja el corazón.
Este es el fragmento de la novela que os dejamos como invitación para la lectura de un libro que muchos habréis conocido por la reputada película de Barbet Schroeder estrenada en el 2000.


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