miércoles, 6 de junio de 2012

12 de junio: Los hombres no lloran


El escritor afgano Atiq Rahimi estará a finales de mes por Madrid concediendo entrevistas para presentar su último libro: Maldito sea Dostoievski, un Crimen y castigo ambientado en el Kabul actual. Unas semanas antes, nosotros habremos comentado Tierra y cenizas. Su primera novela es una denuncia de la guerra afgano-rusa escrita desde el exilio, aunque, en su final, el conflicto acabe trasladándose, inopinadamente, a una esfera mucho más íntima, la paternofilial. El propio escritor la llevó al cine unos años después de publicarla y recibió por aquella película el Premio de la mirada hacia el futuro en el Festival de Cannes 2004.



Ahora mismo, Rahimi está preparando otra película basada en su exitosa novela La piedra de la paciencia, ambientada asimismo en Afganistán y ganadora del premio Goncourt. También ha mostrado sus dotes como fotógrafo con El regreso imaginario, una recopilación de fotografías en las que retrata los escenarios de los que huyó con 22 años y relata el impacto que le causó el regreso a Kabul tras 18 años de exilio en París. Nosotros nos quedamos con la prosa desnuda de resonancias míticas de su Tierra y cenizas:

En medio de una negra nube de polvo, percibes a la mujer de Murad corriendo desnuda delante del camión. Sus cabellos sueltos y mojados vuelan con el viento y dispersan el polvo. Es como si sus cabellos barriesen el aire. Sus blancos pechos danzan graciosamente sobre su busto. Unas gotas de agua, que parecen perlas de rocío, resbalan por su piel hasta el suelo.
La llamas:
—Zaynab, ¡apártate del camión!
Tu voz permanece prisionera del camión. Tu voz no llega al exterior. Resuena en la cabina. Zaynab no se detiene. Quieres incorporarte para bajar la ventanilla y dejar escapar tu voz hacia ella. Pero no tienes fuerzas para moverte. Te sientes pesado. El hatillo rojo te pesa cada vez más sobre las rodillas. Quieres levantarlo y colocarlo a tu lado, pero no tienes fuerzas. Lo desatas. Las manzanas están negras, calcinadas... Manzanas calcinadas. Te ríes para tus adentros. Es una risa amarga. Quieres preguntar la opinión de Shah Mard sobre el misterio de las manzanas calcinadas. En lugar de Shah Mard, está Murad al volante. No puedes evitar gritar. No sabes si es de terror, de sorpresa o de alegría.
Murad no te mira. Sus ojos están clavados en la carretera, en Zaynab. Vuelves a gritar su nombre. Murad no te oye. Puede que él también se haya quedado sordo, como Yasín.
Zaynab sigue corriendo delante del camión. El polvo se deposita lentamente sobre su piel blanca y húmeda. Un velo de polvo negro cubre su cuerpo. Ya no está desnuda.
Los bruscos movimientos del camión sustraen a Zaynab de tu mirada. Zaynab ha desaparecido, y la carretera se sumerge de nuevo en el oscuro polvo.
Atiq Rahimi, Tierra y cenizas

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