martes, 5 de mayo de 2009

12 de mayo: Poema persa


Hossein Sadjadi Ghaemmaghami Farahani, así se llama el autor del libro que comentaremos, largo nombre, como el de uno de sus personajes, nacido sordomudo y bastardo, pero a quien su madre se ocupa de lograrle el antiguo e ilustre apellido de su padre: Aga Akbar Majmud Jazanviye Jorasani.
El autor de El reflejo de las palabras adoptó su seudónimo, Kader Abdolah, en homenaje a dos compañeros de la resistencia caídos en lucha no sabemos si contra el último sha de Persia o contra Jomeini. Refugiado político en Holanda desde 1988, antes de exiliarse publicó dos libros en Irán y al llegar a su nuevo hogar, se propuso dominar el holandés y hacerse un lugar “en el jardín de la literatura holandesa”. Vaya si lo ha logrado. Con la primera obra que escribió en holandés, la colección de cuentos Las águilas, obtuvo el Gouden Ezelsoor, el premio al escritor novel más vendido. La casa de la mezquita, que se ha publicado recientemente, unas cuantas novelas después del resonante éxito de El reflejo de las palabras, ha sido elegida por los lectores neerlandeses como su segundo libro preferido de todos los tiempos. La historia reciente de Irán sirve de trasfondo para ambas novelas; en la que comentamos podemos vislumbrarla a través de la peculiar relación entre Aga Akbar y su hijo Ismail, reflejada en este pasaje:
Ismail sentía una molestia permanente en el oído izquierdo. Su padre, que sabía de dónde procedía aquel dolor, le contó lo de la partera y el libro, lo del oído y su propia mudez, pero Ismail no entendió de qué le estaba hablando.
Las cosas sucedieron de la siguiente manera (así constaban, aproximadamente, en los apuntes de Aga Akbar): “Yo estaba sentado entre los hombres. No sabía si el niño había nacido ya. De repente vi el destello del diente de oro de Kazem Kan, y comprendí que el bebé había llegado. Entonces entró la mayor de mis tías con él en brazos. Temía que fuese sordomudo como yo y quise comprobarlo. No debería haberlo hecho, pero de pronto me puse en pie y me abalancé sobre mi tía, cogí al pequeño, acerqué la boca a su oído y le hablé. El niño soltó un berrido y se puso morado de miedo. Kazem Kan se enfadó conmigo, me lo quitó de las manos y me empujó hacia fuera. Yo me aposté detrás de la ventana. Todos me miraban enfadados. Le había gritado al niño al oído, y decían que se lo había dañado. Fue muy necio por mi parte, muy necio. Akbar es un necio.”
¿Dañado? No, no fue para tanto, pero cada vez que Ismail enfermaba, o tenía muchos asuntos que atender, o su ánimo flaqueaba, o se caía y tenía que hacer un esfuerzo por incorporarse, había alguien que le gritaba al oído. Su padre. Siempre estaba presente dentro de él.
Kader Abdolah, El reflejo de las palabras

Entre un mar de páginas en holandés, llega a nosotros Kader Abdolah. Sólo en blogs de clubs de lectura y libreros hemos encontrado información original sobre el autor en castellano. Niño mimado de bibliotecas y librerías, perfecto ejemplo de que el boca oreja funciona en la literatura y rescatado para nosotros por la editorial Salamandra, en Radio Nederland online nos hemos enterado de que su último proyecto es la traducción del Corán al holandés.

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1 comentario:

dennycolt dijo...

Es un libro extraño, empieza con la historia de un sordomudo que escribe su diario en escritura cuneiforme... Al principio no entendía porqué, pero luego pensé que, así como está claro que el libro refleja pasajes autobiográficos del autor, el sordomudo escribiendo su diario en un lenguaje extraño no es sinó el mismo Abdolah escribiendo sobre una etapa pasada en un lenguaje que no le es propio; un lenguaje, el holandés, que de alguna manera es su salvavidas así como esa escritura extraña lo es para su padre. Un gran libro que me sorprendió y me ayudó a ver a los musulmanes, en este caso a los iraníes, de otra manera muy distinta a como los vemos en los telediarios, que eso siempre va bien. No creeis?