La lengua salvada es el relato autobiográfico de una infancia itinerante: Canetti nació en Rustschuk (Bulgaria), un lugar donde, en un mismo día, se podían oír siete u ocho lenguas distintas, en el seno de una acomodada familia sefardí. Muy pronto, sus padres deciden irse a vivir a Inglaterra; es sólo el principio del periplo por varios países, e idiomas, que, en compañía de su madre, joven viuda, y sus hermanos, vivirá Canetti en sus primeros años. Décadas más tarde, se verá forzado a un nuevo éxodo, pero ésa es otra historia, y otro tomo de sus memorias. El que nos ocupa nació como una ofrenda. Canetti comenzó a escribirlo para ayudar a su hermano menor, gravemente enfermo, a rememorar su infancia juntos: “Desgraciadamente, no pude mostrarle las primeras líneas. Murió antes. Pero este libro le está dedicado y no existiría sin él.” Con esta conmovedora declaración se abre el prólogo de La lengua salvada en las obras completas del autor publicadas por Galaxia Gutenberg. El hermano de Canetti, sin embargo, apenas aparece en ella, es su madre la protagonista y eje sobre el que se vertebra su Historia de una vida.
Cuando por fin callaba se ponía tan seria que yo no arriesgaba ni una frase más. Se pasaba la mano por su alta frente, reinaba el silencio, yo no me atrevía casi a respirar. Mi madre no cerraba el libro, sino que lo dejaba abierto, y así se quedaba para el resto de la noche cuando nos íbamos a dormir.
No decía ninguna de las frases corrientes, como que era tarde, que hacía tiempo que yo debía estar en la cama, que al día siguiente tenía que ir al colegio; todo lo que normalmente constituía sus frases maternales quedaba borrado. Parecía natural que continuara siendo el personaje sobre el que acababa de hablar. De todos los personajes de Shakespeare, el que ella más quería era Coriolano.
No creo que entendiera entonces las obras de teatro que leíamos juntos. Sin duda me impregné de muchos aspectos de ellas, pero en mi recuerdo el único personaje era mi madre, en el fondo todo era un único drama que interpretábamos nosotros dos. Los acontecimientos y los choques más terribles, que ella no me ahorraba en absoluto, se traducían en sus palabras, que comenzaban como explicación y desembocaban en un luminoso éxtasis.
Elias Canetti, La lengua salvada
Más sobre Canetti en:
- "Elias Canetti: vivir en la lengua”, por Tomás Albaladejo Mayordomo, en Tonos Revista electrónica de estudios filológicos. La vida de Canetti, marcada por las lenguas.
- “Elias Canetti en pocas palabras”, por L. Fernando Moreno Claros, en El País. Reseña del cuarto tomo de las obras completas publicadas aquí por Galaxia Gutenberg, incluye una relación de los apuntes de Canetti recopilados.
- "Canetti en Inglaterra”, por Luis Fernando Moreno Claros, en Letras libres. Reseña del publicado, póstumamente, como cuarto tomo de las memorias de Canetti, aunque el autor nunca lo concibiera como tal.
- “Elias Canetti 1905-2005”, por José María Pérez Gay, en Al margen. El autor recuerda la entrevista que mantuvo con Canetti allá por los 70.
4 comentarios:
De Canetti leí Auto de fe, lo que más recuerdo de esa lectura fue las risas que a veces despertaba en mí la narración de Canetti. Sutil pero a la vez eficaz.
No he leído nada de sus autobiografías pero he leído en alguna crítica que apenas dedica comentarios a los acontecimientos globales de esos años (Guerras mundiales), lo cual me sorprende bastante.
A ver si un día puedo pasarme por el Valentina. Un día que coincidamos en lecturas.
Las impresiones de Canetti niño sobre la guerra me parecen de lo mejor de la autobiografía. Del primer volumen (no he llegado al segundo). Espero que puedas pasarte algún día. Mañana, con esta nieve, ahí estaremos!
Hombre, yo creo que sí habla de la guerra ¿eh?
S.Rushdie, sobre Canetti:
Ya he olvidado cómo llegó a mis manos Auto de fe, pero si alguien recuerda haber sido quien me lo hizo conocer, me gustaría agradecerle que me haya rescatado de aquellos páramos árticos experimentales ( Alain Robbe-Grillet, Nathalie Sarraute y Marguerite Duras). Cuando lo leí, colmado por la ambición y la arrogancia de mis diecinueve años, comprendí no sólo que el viejo género aún tenía vida, sino también que ha bía aprendido algo acerca de cómo deseaba escribir. Resolví que me bastaría combinar -como Canetti- una vasta erudición y la portentosas complejidades de la estructura, por una lado, con una suerte de brillante y dura mirada humorística, por otro, y que, desde luego, mis libros seguirían siendo maravillosamente accesibles, como Auto de fe
Custodio de la metamorfosis. Muchnik Editores.
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