jueves, 9 de septiembre de 2010

14 de septiembre: Londres, otra vez


Tras el descanso vacacional, ánimo, siempre nos quedarán los fines de semana. Empezamos el curso con Sábado, de Ian McEwan. Con vosotros, el novelante que la propuso: "Este mes tenemos a un escritor educado, fino con las formas y, sin embargo, con un montón de opiniones polémicas que no se corta a la hora de exponer. ¿Es de derechas? Pues yo diría que un poco... pero, chicos, ¡que bien redacta! Se atreve a decir que no le interesa la vida de los marinos tal como la explica Conrad, habla mal del estilo literario de Henry James y clasifica Madame Bovary como cuento para adultos, todo ello muy objetable.
A McEwan le interesa la vida de alguien apegado al suelo, realista, y se mete a describir operaciones de neurocirugía como si hubiese estado presente. Y le salen textos muy creíbles, pero para mí lo mejor de su prosa está en la simple descripción de la vida cotidiana. Como muestra, propondría que viésemos como fluye el primer párrafo de la novela, entrelazando sentimientos con acciones objetivas".
Al despertar, horas antes del alba, Henry Perowne, neurocirujano, descubre que ya está en danza, aparta las mantas de su postura sedente y se levanta. No sabe con certeza el momento exacto en que ha despertado, pero tampoco le importa. Nunca ha hecho algo así, pero no se alarma y ni siquiera se sorprende un poco, porque el movimiento de sus miembros es ágil y placentero y nota una fuerza insólita en la espalda y las piernas. De pie y desnudo junto a la cama —siempre duerme desnudo—, siente su plena estatura, la respiración paciente de su mujer y el aire invernal del dormitorio en la piel. Lo cual también es una sensación placentera. El reloj de la mesilla marca las tres cuarenta. No sabe qué está haciendo levantado: no necesita aliviar la vejiga, no le perturba un sueño, tampoco un elemento del día anterior ni el estado del mundo. Es como si, ahí en la oscuridad, saliendo de la nada se hubiese materializado entero, completo, sin impedimentos. No está cansado, a pesar de la hora o de los trabajos de la víspera, ni le turba la conciencia ningún caso reciente. De hecho, está despabilado, tiene la mente en blanco y le embarga un júbilo inexplicable. Sin una decisión tomada, sin que le mueva un propósito, se dirige hacia la más cercana de las tres ventanas del dormitorio y siente su paso tan fácil y liviano que sospecha al instante que está soñando o sonámbulo. Si es así, sufrirá una decepción. Los sueños no le interesan; que esto sea real es una posibilidad más enjundiosa. Y sabe seguro que es totalmente él mismo, y sabe que está despierto: conocer la diferencia entre esto y despertar, conocer las fronteras, es la esencia de la cordura.

Ian McEwan, Sábado

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1 comentario:

runer dijo...

repasando mentalmente lo que dijimos en la tertulia me doy cuenta de que hubo un montón de temas de los que ni llegamos a hablar, muy curiosamente no hablamos del partido de squash a pesar del paralelismo que yo creo que tiene con el tema de la manifestación antibelica